martes, 29 de diciembre de 2009

Poesía para no ser leída con los ojos

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El fuego huele a sol
cuando rendido se agranda
en lo eterno y presente.

Cristales de una soledad inquieta,
soy el puño de la mañana,
el poeta que acaricia el corazón
del que vive en cada sonido
la batalla de una sinfonía.

Parece pulso, aroma que estalla,
absurda mariposa de acero.
La urgencia llena su minuto,
me vuelve luz, alimento voraz,
la calma espesa de la muerte,
el viviendo y el aún.

Bajo el rostro acaricio tu infinito,
susurro voces mudas,
me despierto ayer
y sigo dormido.

La vida es una nube negra por fuera del tiempo.
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N.R.

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O sea, seamos sinceros, no tengo la más perra idea de métricas en cuanto a poesía, lo escrito escrito fue, de esta forma, con esta arbitrariedad caprichosa y esta subdivisión aleatoria. Estos versos, palabras, frases cortas, nacieron en la heladera, y de ahí a la computadora, lo cual me hace pensar que más que poesía todo esto es más una conversación entre electrodomesticos que otra cosa.
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