lunes, 20 de mayo de 2024

Pluscuamperfecto

Había sido maravilloso, el reflejo en el agua sacudido por las ondas de un movimiento que no era otra cosa que la vida en el agua, el signo de una vida.

Y había sido maravilloso, las piernas enroscadas en una criatura de dos cabezas y dos cuerpos, pero un solo cuerpo, a veces, y las ganas de dar fruto, y las flores del verano.

Y había sido maravilloso, una mano buscando en los bolsillos una pelusa de otra voz y otro tiempo, un boleto a 75 centavos y la promesa del espanto y los viajes pactados.

Sí, había sido maravilloso recorrer las calles para ampliar el mundo, para redefinirlo y colorear los mapas, guarecernos abajo de un paraguas roto, en una ciudad con una lengua imposible.

Había sido maravilloso reconocernos en un beso, haciendo a un lado las diferencias, las incongruencias, mi ritmo lento en algunas cosas y la evidencia de un problema.

Había sido realmente maravilloso sentir que no había más que eso, que podíamos dejar de buscar, que el mundo era el mundo y nosotros, nosotros, a un costado de todas las cosas.

Pero, la vida.

domingo, 19 de mayo de 2024

Elefante


Abrió los ojos, la luz de la mañana ya se metía por todas partes. Miró el techo. Era jueves. El elefante se movió haciendo tambalear unos libros en la repisa junto a la cama, y se acomodó sobre la alfombra, arrugando la trompa. Ella se puso de costado y lo miró a los ojos, a esos ojos grandes y húmedos que le hacían pensar en safaris africanos, en la figura de cerámica con el billete enroscado en la casa de su abuela, para la buena suerte, en el tatuaje de colores en el brazo de Flea, en el cuento de Elsa Bornemann. Las puertas y ventanas eran demasiado chicas para salir a dar un paseo. Estaban varados ahí, definitiva y concretamente, sin opción. Sabía que de alguna forma iba a tener que hablar en su trabajo, explicarles la situación; iba a tener que hablar con su novio, dejar de verse por un tiempo; iba a tener que plantear toda una serie de cuestiones que garantizaran la adecuación, la permanencia y la convivencia. Se paró e intentó llegar hasta el teléfono que estaba en el escritorio, pero le fue imposible, ya no tenía acceso a esa parte del cuarto. Suspiró sin resignación y acarició al animal detrás de una de sus orejas. Mientras lo hacía sólo pudo pensar en una cosa: ¿por qué el mundo seguía pariendo dictadores?



Nicolás Reffray