jueves, 7 de marzo de 2024

All of Us Strangers


 All of us strangers, por Nicolás Reffray




¿Qué perdemos cuando perdemos a alguien, cuando alguien cercano muere? ¿Hasta qué punto esa pérdida nos modifica y nos condiciona por el resto de nuestra vida? La muerte tiende a llevarse una parte de quienes somos, básicamente porque no seremos nunca más esos que éramos con la persona que ya no está. Desaparecen gestos, tonos particulares e inflexiones de la voz, códigos comunes, desaparecen formas de nuestra risa. Uno muere de muertes ajenas, se va recortando. Todo esto es todavía más determinante cuando quienes parten son nuestros padres, cuando lo hacen a una muy temprana edad, producto de un accidente. Ese hijo desaparece junto a esos padres. Ya no será más ese, será otro

Ayer vi la película All of Us Strangers (Todos somos extraños), de Andrew Haigh. Se trata de una historia sencilla y compleja a la vez, cruda, dolorosa, pero llena de… digamos, esperanza. Volver a ver y hablar con esos que se fueron, es volver a ser un poco ese que dejamos de ser al momento de la partida. Reencontrarse con uno mismo, o mejor dicho, con esa otra versión de uno mismo que quedó en el camino, es, desde el punto de vista de la psiquis de la persona, una forma de tirar paredes a mazazos y reorganizar el espacio. 

Sin spoilear (no más de lo que puede hacerlo el trailer), pienso ahora qué fue lo que me movilizó de esta película. En mi vida, no he sufrido ese tipo de pérdida temprana, y sin embargo, la idea de versiones de uno mismo que se quedan en el camino no me resulta para nada ajena. Uno es siempre las decisiones que toma, y cada decisión implica una opción descartada, un camino no elegido, una aventura no emprendida. Hace poco leí la mega novela de Paul Auster 4321, en la cual el autor plantea múltiples versiones de una misma vida, los “Y si…” que tanto pueden llegar a desvelarnos. ¿Y si hubiera seguido estudiando esto o esto otro? ¿y si no hubiera decidido ser padre? ¿y si hubiera sido más constante con esto o aquello? Toda esa rumia mental que no conduce a nada, porque en la vida real no tenemos la posibilidad de volver atrás el tiempo y tomar otras decisiones. Pero la literatura y el cine no son el mundo real. Ya lo expresó Godard en su película de 1967 Ici et Ailleurs: “Esto no es una imagen justa, es sólo una imagen”. Esto no es el mundo, es solamente cine, y en el cine no aplican las mismas reglas que en la vida. 

Volviendo a All of Us…, creo que, en definitiva, la pregunta que flota en el aire es: ¿si hubiese tomado ese otro camino, podría haber sido otro, distinto del que soy hoy? ¿Si mis padres no hubieran muerto cuando todavía era un niño, yo sería otro? ¿Si me hubiera tomado el tiempo de conocer a esta persona, habría llegado a amarla? La película coquetea con el género fantástico sin caer en efectismos, siempre en el plano de un interior externalizado, un poner en imágenes lo que se agita por dentro. 

Cabe decir que Adam, el personaje de Andrew Scott (Fleabag, Sherlock), un guionista que intenta escribir sobre sus padres, no se pregunta en concreto por esa vida familiar que no fue, o al menos no directamente, encuentra una manera (¿real? ¿alucinada?) de tramitar esa pérdida demasiado precoz, una manera de anular la muerte, aunque sea por un rato, el tiempo suficiente para tener la posibilidad de un cierre, de una suerte de escena post créditos que lo deje en paz con su pasado y con su historia.

Si tan sólo pudiera ser cierto, si los puentes pudieran cruzarse unas cuantas veces más, si pudieramos forjar nuestras propias reglas con respecto a lo eterno, creo que el mundo de hombres y mujeres sería muy diferente.