martes, 7 de septiembre de 2010

Mes Moments Perdus


Aletea, deuda negra de días y horas rotas,
deuda de filos y ojos miopes, dulces, maquillados.
Aletea la poesía impertérrita, dudosa, sin cadencia, sin amor.
Mis momentos perdidos.
No hay observación ni eje, no hay final de frase,
completitud, círculo cerrado, todo se abre, nada se cierra.
Para qué las cosas obvias, los supuestos ordinarios.
Para qué si en cada eclipse,
en cada copo de aire respiro la poesía de las palabras y los silencios.
Caigo sobre el fondo de todos mis días.
¿Qué hay en el párrafo final?
Caen las gotas en el vidrio,
son una condensación de la nostalgia,
un espacio de sombras y puntos de polvo que se esparcen por el aire,
que se insertan en los gestos de lo prosódico,
de lo inconsistente.

Miro lo que no debería mirarse,
el vacío.
Lo miro de frente, a los ojos,
y el vacío sonríe, me guiña una pierna.

Estamos agolpados y solos, inevitables.

Yo que amo conozco la belleza absoluta,
pero ella no es mía, ella no tiene dueños.
La belleza dulce y absoluta,
el abismo dentro del ojo,
la noche negra que cae una y mil trescientas veces
en ese abismo solitario para volver a resurgir como una caída florida.
Todo se desmiente,
las puestas de sol se trasvisten,
los petiforros y los croncos resignan al mundo.
Le jour infinite, la vie infinite.
Yo no espero a la letra,
yo no llamo a la letra para echarle encima mis ansiedades de hombre-niño,
mi literatura inmadura, mi poesía defectuosa. No.
Yo desvisto palabras que no son la letra,
que no son en la letra.

Yo desvisto palabras.



Nicolás Reffray