viernes, 21 de mayo de 2010

XIII.
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Estabas, vida sola, vuelta de lado en una cama de tiempo,
los días se acercaban sin tocarte y yo era el acolchado en donde el calor se dilataba,
en donde las hojas secas no terminaban nunca de caer.
Estabas, vida sola, en un edificio de departamentos,
en tu torre de piedra gris, en tu cubículo de encierro,
y yo era el estruendo de los truenos lejanos,
la electricidad en el aire, la complacencia rota.

Sabemos hacia donde, sabemos hasta cuando,
lo que no supimos develar fue la noche,
la noche noctámbula exhibicionista,
la noche boca abierta,
la noche contra el techo,
la noche esoterismo de humo de cigarrillo rubio.

Y en este escándalo de non sabere, estabas, vida sola,
deshecha y envuelta y temblando, incapaz de pensamiento,
pálida de palabras.
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Nicolás Reffray

martes, 18 de mayo de 2010

Sin título.

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En este momento te acabás de quedar dormida.
Qué curioso el instante, la precisión del instante en que el sueño te acuna, te lleva como una muerte de plumas y flores a un mausoleo de aire, a una ensoñación viva.

En este momento acabo de caer muerto de mirarte, ciego de tocarte roto y helado entre pasto y celosías que rechinan y se mueven con el viento de la noche, con el celo de los mares y las costas, acunado y muerto, sí, pero espejo, también espejo, filo de los párpados quietos, la sombra de una oscuridad rota y naciente.

Dormís tan calma, tan quinta de Mahler, y yo sombra, siempre sombra eterna de cristales y letras pardas sobre un papel blanco, escribiéndote desde el silencio y la soledad de tu compañía de sueño.
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Nicolás Reffray