miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cap. 25 (fragmento)

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"De cualquier modo las palabras están por todos lados; compadecidas de nosotros, van, vienen, se hinchan en las bocas sin asomarse al vacío, sin hacer oscilar el aire en círculos que tiemblan.
Ahora una tostada estalla, el ruido que hace parece multiplicado por mil, las ondas se agrandan, invisibles, llegan a mis oídos. En mi cabeza se inflaman terminales nerviosas. Y sé que después caerá la tarde, siempre la tarde, siempre cayendo sobre algo o alguien que parece nosotros y que sin embargo no somos nosotros, porque de algún modo permanecemos inmunes al fuego de las horas últimas.
Pero, ¿qué es eso que ahora me turba? El gato maúlla ahogadamente, la garganta de Mechi se abulta de tostada. Silencio. El murmullo se precipita y vuelve a oírse, me araña los tímpanos, me hace temblar. Alcanzo a oír algunas palabras, partes de un recitado muerto. Oigo y el espacio se astilla en pedazos minúsculos; la voz tiene el sonido latoso del eco, de la ignominia, esa pedantería de siglos que el hombre supo forjar, forjarse en el alma, la ciudadela que protege, que lo aleja de otras almas y otros hombres. Es mi voz la que oigo, como venida de una carne que no es la mía. Me dice, «Sos eso que no podés ver en los ojos de los demás, eso que te afrenta cada vez, y que siempre vuelve. El laberinto te ciñe, son tus miedos, te rodean, te apresan. Hombre-laberinto, tu boca escupe el espasmo, la baba torpe, el deseo ingenuo…».
¿Cuándo pasó todo esto, este desandamiaje de mi persona única, este desacople? Mis manos se mueven en las sombras como en un tanteo experimental, aturdidos los sentidos. ¿Quién puede decirse libre de sus propios fantasmas? ¿Quién comprende el todo sin antes asfixiarse con las partes? Absolutamente nadie. El hombre es siempre un río embotellado; a veces hay un quiebre, una abertura, un hilo que se filtra y se deja ver, sentir, pero casi siempre es el muro de piedra, el dique nefasto, alienante.
¡Basta! ¡Basta! Siempre este murmullo que no hace más que confundirme, que nada dice más que lo que ya sé, lo que no ignoro ni por error. ¡Basta, entonces!... Silencio. Las voces.
Mechi me alcanza la última tostada, la como con fruición. Después de todo, quizá solo fuese hambre."
Fragmento Cap. 25, Novela.
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N.R.

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