lunes, 11 de marzo de 2024

Leonard Cohen: La poesía nunca estuvo en venta

 


Leonard Cohen: La poesía nunca estuvo en venta.

Texto escrito luego de la muerte de Cohen, en 2016

Por Nicolás E. Reffray



Leonard Cohen se va y mi sensación es que este mundo se pone un poco más opaco. Es lo que pasa siempre con la muerte de un poeta, el mundo se congela un poco, se vuelve más hermético, pierde brillo y nos va ganando el plástico. Pienso en la época en donde no existían las grabaciones, en donde escuchar a alguien cantar requería necesariamente de la presencia de ese alguien, vivo, dispuesto y ahí. Uno después podía, claro, reconstruir en su cabeza la melodía o evocar el timbre de voz, pero no había otro acceso posible a la voz. Faltaba lo otro, lo invisible, lo acusmático... Gracias por lo acusmático, gracias por ese puente por sobre el silencio y el olvido, artilugio mágico parido del siglo xx.

Ahora, mientras transcurro este primer día sin Cohen en el mundo y puedo dar play las veces que quiera, y escuchar su voz -grave como el fondo de todos los misterios- hay algo en mí que se conmueve hasta quebrarse, porque sé que es eso y sólo eso, que no hay más, ni libros ni poesía ni canciones, que el poeta ya no existe para seguir creando. Me acuerdo que llegué a Cohen a través de Nick Cave, y que lo escuché como si fuera algo que estaba ahí para ser escuchado por mi desde hacía mucho. Ahí estaba Cohen con su golden voice y su poesía, como un viajero eterno con su traducción del mundo en cada línea. Ahí estaba, diciendo y conjurando, dejándome que vea a través de sus ojos ciudades y personas, el desorden elemental que nos habita a todos en mayor o menor medida, el amor, las formas de lo oculto, esa grieta de luz en cada una de las cosas.

Tengo un librito de tapas duras con sus poesías y canciones, y eso -lo tangible que nos queda- es a lo mejor una súplica o un acuerdo con el olvido, una forma de lidiar con el vacío y la ausencia. "El recuerdo dura mientras estés vivo", volví a escuchar esa frase hace poco, y ahora pienso en Cohen, en Spinetta, en Bowie, en Lou Reed... No hay espejos para el poema, no hay habitaciones de hotel ni milagros que se puedan esperar, y es que la poesía nunca estuvo en venta, siempre fue un poco el copo de nieve o la hoja seca que el viento mueve a su antojo.

No hay comentarios: